Cuando estuve en Oslo, decía un chico que había estado dos veces en Tromsø y ninguna en Cuenca. Puede parecer una tontería, pero es cierto que he visitado algunas ciudades un montón de veces (véase Londres) y en cambio, tengo muy abandonada la geografía española.
Así que aprovechando el puente de Semana Santa, me he ido a conocer Bilbao, donde nunca había estado. La ciudad es bonita, soy muy fan de las ciudades cortadas a la mitad por un río.
Además coincidió que estaban celebrando el Basque Fest, y había eventos de todo tipo por la ciudad. Por ejemplo, me subí en un barco por la Ría, que además de contarte la historia de la ciudad, hacían una supuesta boda entre Begotxu del Botxo y un tal Miguel/Mikel/Michael, su novio del instituto. Media hora de risas aseguradas.
También había campeonatos de deportes tradicionales, y qué queréis, son vascos.
De lo típico, pasé por el Guggenheim, y mereció la pena entrar aunque solo fuera por la arquitectura del edificio, que es espectacular.
Me subí en el Funicular a Artxanda, para poder ver una panorámica de la ciudad (ya que al edificio más alto, la Torre Iberdrola, no se puede subir sin invitación). Y eso que como bien decía Begotxu, esa Torre la hemos pagado todos…
Muy llamativa la alfombra de goma del Puente de Calatrava, otra de esas grandes ideas del arquitecto, porque quién podía pensar que en Bilbao llovía…
Y de la gastronomía, me llamó sobremanera la atención la variedad de helados existentes. Desde helados con sabor donut, palmera de chocolate a cannabis, o bacalao al pil pil. ¿De dónde sale este interés en Bilbao por la innovación en el mercado heladero?
Ah, por si visitáis la ciudad y necesitáis un diccionario, os dejo uno que me dieron en el barco. 🙂
En general me ha gustado, aunque la elección de alojamiento, esta vez, fue un craso error. (Pero esa historia merece un post ella sola).